391234_317071411721277_1330288931_nPor Javier Bustamante Enriquez

¡En cuántos lugares encontramos esa imagen que representa un dedo cruzando unos labios para pedir silencio! Hospitales, centros de salud, templos y recintos de oración, oficinas, tanatorios… Este signo invita, pide o impone el hecho de no hablar, de no emitir sonidos para no molestar a otros. Pero eso no es hacer silencio, no es estar atentos a lo que sucede. No es escuchar. Porque, en realidad, hacer silencio, vivir el silencio no es una contención, una lucha por no proferir o pensar en palabras.

Hacer silencio es, sobre todo, estar dispuestos a acoger lo que sucede en nuestro exterior e interior. Sin juzgarlo, simplemente contemplándolo, dejándolo que suceda. Aquel silencio más profundo, donde las palabras sobran, viene luego por sí mismo, como un regalo inesperado. Pero, para que llegue, hay que estar en actitud de espera y regocijo. Preferentemente en un ámbito de recogimiento.

Vivir el silencio pide implicación. Es un camino de conocimiento, de búsqueda, que nos ayuda a ahondar en nuestra propia realidad y, en esa medida, en la realidad que nos rodea, la de los demás seres que comparten la existencia y, en el caso de ser creyente, de la dimensión trascendental de la vida.

Otra manera de invitar gráficamente a hacer silencio en un lugar público, sería representar una mano abierta cerca de una oreja. Sí, ese gesto que hacemos cuando queremos escuchar un sonido lejano o cuando alguien nos murmura algo íntimo al oído. ¡Qué importante es la escucha como primer paso para introducirnos en el silencio!

El silencio, en sí mismo, no puede representarse. Cuesta hablar de él. Las palabras pueden contarnos sobre esa vivencia, pero no son el silencio. Gráficamente tampoco podemos representar el silencio, pero sí podemos invitar a acercarnos a él con una actitud nueva. Vivir en silencio no es encerrarnos: clausurar la boca, la razón o el corazón. Vivir en silencio es abrirnos: escuchar, contemplar, salir de sí mismo y dejar entrar. Un silencio impuesto, aprisiona. Un silencio propuesto o buscado, libera.